Así describe Gabriel García Márquez —cuya alma, según la senadora María Fernanda Cabal, debe estar ardiendo en el infierno— un pasaje de La mala hora, su tercera novela publicada en 1962.
El padre Ángel está preocupado por una suerte de pasquines pegados en las puertas de las casas. Los buenos ciudadanos están muertos de la risa con los pasquines, dice el alcalde al cura.
Los pasquines son un caso de terrorismo moral, responde el cura. Son pasquines que indisponen a un pueblo que quisiera cerrar el capítulo de la violencia. Los pasquines cuentan chismes que acaban por enfrentar a los vecinos del pueblo.
César Montero toma una escopeta de dos cañones con la que mata a Pastor el músico. La razón: un pasquín que han fijado en la puerta de Montero. César Montero mató a Pastor, grita un chico en la plaza del pueblo. Cuatro nuevos pasquines aparecieron desde la noche anterior.
En uno de ellos acusan a Raquel Mosquera de haberse practicado un aborto. En otro se dice que las hijas de Rebeca de Asís no son de su esposo sino de los amantes que ha tenido. Un grupo de mujeres católicas decide ir hasta donde el padre Ángel para pedirle que se ocupe de los pasquines en el sermón de la misa.
La atmósfera del pueblo se torna espesa. Podría cortarse con una navaja. Las elecciones están cerca. La parca ronda las polvorientas calles del pueblo. El alcalde, castigado por terrible dolor de muelas, cuenta sólo con seis policías en el cuartel, tres de los cuales son criminales sacados de las cárceles a los que han uniformado para que actúen en caso de una asonada.
En esas llega el circo al pueblo con sus trapecistas, saltimbanquis, payasos, adivinadoras y nueve fieras. Los chismes corren. El empresario del circo es sindicado de robarse los gatos del pueblo para alimentar a las fieras enjauladas. En un nuevo pasquín le recuerdan a un comerciante que de los once hijos que tiene con su esposa sólo los negros son de él, que los demás son de diferentes hombres del pueblo. El pasquín incluye el nombre de los padres.
¡La muerte!, exclama una viuda cuando observa desde la ventana de su casa el tumulto de gente corriendo hacia la plaza. El alcalde ha restablecido el toque de queda. Los reservistas son llamados a filas. Los reclutas forman en el cuartel. Los pasquines se multiplican. Mataron a Pepe Amador, gritan unos niños. La violencia vuelve al pueblo.
El periodismo colombiano que, tuvo entre los suyos al mismísimo Gabriel García Márquez, vive una mala hora. Los buenos reporteros y cronistas han sido relevados por propagandistas encargados de difundir chismes. Medios que, otrora tiempo brillaban por su seriedad, hoy son meros pasquines. No hay noticias, sino habladurías de alcoba. Cotilleo. La intimidad no existe. El chisme y el pasquín son gérmenes de violencia. Por chismes fue atacada en enero de 2021 la sede del capitolio de los Estados Unidos en Washington. Por pasquines fueron asaltadas las sedes del Congreso, la Presidencia y el Tribunal Supremo de Brasilia.
El 79 % de colombianos y colombianas según la reciente encuesta de Yanhaas para el Instituto de Ciencia Política Hernán Echavarría Olózoga, desconfía de los medios de comunicación. En Colombia hay que ir con cuidado.
En el pueblo no estaba pasando nada, pero de repente se sucedieron las tragedias, cuenta Gabo en La mala hora.
(Tomado de Cambio)
No hay comentarios:
Publicar un comentario