El concepto de clases sociales no es un invento marxista. Desde Platón y Aristóteles en Occidente y en otras culturas se han construido sociedades divididas en clases de acuerdo a diferentes principios.
El clasismo es un vicio de dicho concepto y se refiere, en el contexto colombiano, a la actitud enraizada en la percepción de que hay gente de mejor pelaje que otra según criterios arbitrarios como el poder adquisitivo, apellidos, características de los lugares de nacimiento y de crianza, el colegio y las universidades a las que se tiene acceso, nivel cultural y, por supuesto, tendencias políticas.
En nuestro país se llega al punto de estratificar al pueblo (aunque los estratos altos no se consideran pueblo), en una suerte de control de calidad que clasifica a grupos de personas en niveles que van del cero al seis, aunque los de muy alta posición social no figuran en esa disposición. Los “estrato 25” ya ni siquiera forman parte de nuestra sociedad.
La “gente estrato seis” es mejor gente que la de estrato uno. Bajo esa premisa el sistema educativo de nuestro país se convierte también en un instrumento de exclusión que refuerza la estructura de jerarquización.
Al presidente lo critican por promover la “lucha de clases”. Como si esta no se planteara desde el mismo momento en que las prácticas sociales empiezan a reflejar el desprecio hacia el pobre (o mejor, hacia el empobrecido que es el pobre que el mismo sistema socioeconómico produce).
La lucha se gesta en la estratificación misma (que parte de un principio violento), no en el señalar su explícita obscenidad. La chusma vale menos, su calificación es dos, uno, cero. A propósito, a la guerra sólo van jóvenes que pertenecen a ese grupo gastable. ¿O acaso los muchachos de clases altas se van al monte a “luchar por Dios, la Patria y el Orden”?
El Presidente Petro propone una educación superior pública y gratuita, de calidad “estrato seis”, para los jóvenes colombianos.
De todos los obstáculos que ha sorteado este gobierno, los que impiden forjar una sociedad instruida quizás sean los más penosos y, sin duda, una de las formas más detestables de clasismo.
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