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Mauricio Jaramillo Jassir Viceministro de Asunto Multilaterales |
La concertación y unidad no son sinónimos de homogeneidad ideológica. Durante años, la derecha nos convenció que las buenas relaciones con los vecinos dependen de la sintonía política. En el pasado reciente Colombia quebró el mandato constitucional y se alejó de su vocación latinoamericanista y caribeña para jugar al alineamiento obtuso con el Norte Global.
La Presidencia Pro Tempore de la Celac que ejercerá el país durante este año nos permitirá visibilizar temas a escala regional y global como las migraciones, la descarbonización, el enfoque crítico respecto de las drogas y la interconexión eléctrica, entre otros. Es la diplomacia con ecos lincolianos del, por y para los pueblos.
Éste es el único foro político permanente de toda América Latina y el Caribe, acá hay unidad real, es decir, Celac no estuvo permeada por la nociva moda de los 90 de que la integración era sólo comercial, de bienes, servicios y capitales, pero sin beneficios ciudadanos.
Era la regionalización al servicio de un establecimiento excluyente y de espaldas a la gente. Celac tiene espacios de participación social, vínculos con la ciudadanía y el anhelo durante la presidencia de Colombia de que se concreten acciones que nos convienen en momentos de mucha hostilidad hacia nuestros migrantes, nuestras pautas comerciales y frente a la multilateralidad.
Algunos, enterados de la proyección extrarregional de la Celac (hacia China, Unión Europea, Países del Golfo, Turquía y Unión Africana) ya cantan derrota. Su desprecio por el cosmopolitismo debe ser estímulo para hacer entender que la multipolaridad ya no es una posibilidad y hacia un tablero internacional entre iguales nos dirigimos, tal es el deber del humanismo, no es capricho pasajero de este gobierno. Colombia no puede seguir encerrada en sí misma, no podemos mantener como derrotero de nuestra política exterior la relevadora frase popular de “mirarnos el ombligo”.
No se trata de que no se escrute ni se critique la diplomacia, en una democracia la política debe estar bajo vigilancia constante, pero la deliberación debe estar basada en opiniones fundamentadas o datos y no en presunciones o prejuicios infundados. Dejémoslo claro, Colombia es parte integral del Sur Global y su vocación latinoamericanista y caribeña (reconocida constitucionalmente) no debe ser una opción, sino de un mandato inaplazable. Las circunstancias geopolíticas nos lo exigen, el deber de unidad latinoamericana y de contar con una diplomacia popular es tan deseable y democrático como inaplazable.